Más
tiempo al aire libre incrementa el riesgo de ser víctima de serpientes,
avispas, ortigas y otros organismos aparentemente inofensivos.
En
la naturaleza el hombre es una especie más en competencia directa con
el resto de los seres vivos. Todos y cada uno de ellos han desarrollado
sistemas para defenderse y sobrevivir en lo que, sin duda alguna, es un
medio hostil.
Unos poseen métodos para inyectar sustancias tóxicas que tienen la misión de paralizar e incluso matar a sus víctimas, otros utilizan sus aguijones emponzoñados de veneno cuando son atacados. La mayoría ponen en marcha estrategias de supervivencia que casi siempre tienen como objetivo conseguir comida y defenderse. Su traslación a la relación con el hombre es simple: pican, muerden, envenenan, y en algunos casos, matan.
La península Ibérica, y especialmente el sureste español, no es especialmente peligroso en este sentido, son muy pocos animales y plantas que puedan considerarse letales para el hombre, pero sí hay una verdadera legión de otras que pueden provocar daños, en algunos casos graves, y molestias que puedan acabar en el hospital. Entre las especies letales solo se puede hablar de escorpiones, alacranes y víboras, pero tanto las dos primeras, como la serpiente ibérica más temida, son escasos y no les suelen gustar los espacios con presencia humana. Cada grupo animal tiene sus elementos peligrosos. Si caminamos, comemos o dormimos en el campo, todos sabemos que tenemos que tener especial cuidado con algunos de ellos como abejas y avispas, que suelen concentrarse junto a zonas con agua, albercas, acequias y charcas.
Precaución
Hay que tomar especiales precauciones a la hora de comportarnos. Levantar piedras implica poder encontrarse con reptiles que se han escondido bajo ellas a nuestro paso. Entre ellos solo la víbora es venenosa para el hombre, aunque en cualquier caso la mordedura de la culebra de escalera, o la de agua (Natrix maura), o la culebra bastarda, será dolorosa y dejará las marcas de los colmillos. No atacará si no es para defenderse. También podremos dar con lagartos, que no son venenosos, pero sus hileras de dientes tienen la particularidad de que no sueltan su presa lo que puede provocar heridas de cierta gravedad. Lo normal, en todos los casos, es que huyan antes de atacar.
Bajo las piedras viven multitud de invertebrados. Es el grupo más numeroso y con mayores posibilidades de picar y dar un susto. Escolopendras (Scolopendra cingulata), conocidas como ciempiés suelen ocultarse en esos espacios. Clavan unos aguijones (forcículas) que paralizan a sus víctimas, y al hombre le provocan una hinchazón que en ocasiones puede ser grave. La picadura es dolorosa, pero no mortal.
Las arañas también tienen que tenerse en cuenta. En España no hay ninguna letal, pero la mayoría de ellas, sobre todo las más pequeñas, producen picaduras semejantes a las de los mosquitos, ya que inyectan una sustancia tóxica. La más habitual es la de jardín que suele huir del hombre, pero si pica, provoca una molesta hinchazón.
Orugas
Las orugas de las mariposas también pueden ser peligrosas para el hombre. La más conocida es la procesionaria, que posee pelos con sustancias urticantes que se sueltan cuando algo roza con ella y, como las pequeñas agujas de las medusas, sueltan una sustancia tóxica en su víctima. Ante un nido de procesionarias del pino (bolsas blancas en las ramas de los árboles) o un grupo de orugas desplazándose como en procesión por el suelo, lo mejor es no tocar ni el nido ni las orugas.
Otras especies de invertebrados como los escarabajos, mariposas, libélulas, la mayoría de las moscas e incluso las mantis religiosas, no pican.
Las plantas
Encontrarse atrapado entre una maraña de ortigas en cualquier camino o vereda es algo que ha pasado a casi todo el mundo y hemos aprendido de ello. Las ortigas, plantas de una gran belleza cuando están en flor, provocan picaduras de tal calibre que pueden llevar a una persona estar convaleciente durante semanas, e incluso provocar daños graves en personas alérgicas o especialmente sensibles. La gran mayoría de las especies vegetales poseen propiedades que, mal utilizadas, pueden ser tóxicas para el hombre e incluso mortales. Desde la clásica emborrachacabras, que provoca mareos y alucinaciones en el ganado, a las amapolas con sustancias opiáceas, como las Papaver somniferum. Pero entre las que podemos ver en lugares típicos de excursiones y paseos, hay que tener cuidado con la dedalera, la Digitalis purpurea (habitual entre los roquedos y veredas de Sierra Nevada), que llama la atención por sus campanitas rojas de gran belleza. Se usa como tónico cardiovascular, pero el polvo de digitalia puede ser mortal si se usa mal.
También son tóxicas plantas tan habituales como las adelfas que hay en todos los jardines. Comer sus hojas puede producir problemas de estómago, e incluso paro cardíaco. No se debe dejar que los niños pequeños se acerquen y toquen las hojas y flores. Algo similar ocurre con otra planta muy común, la hiedra. Un simple contacto con la piel puede provoca dermatitis, con enrojecimiento e incluso pequeñas ampollas. Las bayas no deben ingerirse nunca ya que provocan diarreas, vómitos y náuseas.
Otras especies de gran belleza esconden trampas peligrosas. Es el caso de la pequeña Ononis spinosa, llamada peine de asno, tiene una afilada aguja detrás de sus preciosas florecillas, y las rosas silvestres, que junto a sus flores presentan mil y una espinas curvas que se enganchan y no se sueltan. Los frutos rojos de los tejos, cultivados en jardines, generan unas toxinas que pueden provocar convulsiones.
Como ocurre con la fauna, para el mundo de la flora lo mejor es no tocar ni alternar nada que no conozcamos. Las plantas, como cualquier ser vivo, también se defienden.
Unos poseen métodos para inyectar sustancias tóxicas que tienen la misión de paralizar e incluso matar a sus víctimas, otros utilizan sus aguijones emponzoñados de veneno cuando son atacados. La mayoría ponen en marcha estrategias de supervivencia que casi siempre tienen como objetivo conseguir comida y defenderse. Su traslación a la relación con el hombre es simple: pican, muerden, envenenan, y en algunos casos, matan.
La península Ibérica, y especialmente el sureste español, no es especialmente peligroso en este sentido, son muy pocos animales y plantas que puedan considerarse letales para el hombre, pero sí hay una verdadera legión de otras que pueden provocar daños, en algunos casos graves, y molestias que puedan acabar en el hospital. Entre las especies letales solo se puede hablar de escorpiones, alacranes y víboras, pero tanto las dos primeras, como la serpiente ibérica más temida, son escasos y no les suelen gustar los espacios con presencia humana. Cada grupo animal tiene sus elementos peligrosos. Si caminamos, comemos o dormimos en el campo, todos sabemos que tenemos que tener especial cuidado con algunos de ellos como abejas y avispas, que suelen concentrarse junto a zonas con agua, albercas, acequias y charcas.
Precaución
Hay que tomar especiales precauciones a la hora de comportarnos. Levantar piedras implica poder encontrarse con reptiles que se han escondido bajo ellas a nuestro paso. Entre ellos solo la víbora es venenosa para el hombre, aunque en cualquier caso la mordedura de la culebra de escalera, o la de agua (Natrix maura), o la culebra bastarda, será dolorosa y dejará las marcas de los colmillos. No atacará si no es para defenderse. También podremos dar con lagartos, que no son venenosos, pero sus hileras de dientes tienen la particularidad de que no sueltan su presa lo que puede provocar heridas de cierta gravedad. Lo normal, en todos los casos, es que huyan antes de atacar.
Bajo las piedras viven multitud de invertebrados. Es el grupo más numeroso y con mayores posibilidades de picar y dar un susto. Escolopendras (Scolopendra cingulata), conocidas como ciempiés suelen ocultarse en esos espacios. Clavan unos aguijones (forcículas) que paralizan a sus víctimas, y al hombre le provocan una hinchazón que en ocasiones puede ser grave. La picadura es dolorosa, pero no mortal.
Las arañas también tienen que tenerse en cuenta. En España no hay ninguna letal, pero la mayoría de ellas, sobre todo las más pequeñas, producen picaduras semejantes a las de los mosquitos, ya que inyectan una sustancia tóxica. La más habitual es la de jardín que suele huir del hombre, pero si pica, provoca una molesta hinchazón.
Orugas
Las orugas de las mariposas también pueden ser peligrosas para el hombre. La más conocida es la procesionaria, que posee pelos con sustancias urticantes que se sueltan cuando algo roza con ella y, como las pequeñas agujas de las medusas, sueltan una sustancia tóxica en su víctima. Ante un nido de procesionarias del pino (bolsas blancas en las ramas de los árboles) o un grupo de orugas desplazándose como en procesión por el suelo, lo mejor es no tocar ni el nido ni las orugas.
Otras especies de invertebrados como los escarabajos, mariposas, libélulas, la mayoría de las moscas e incluso las mantis religiosas, no pican.
Las plantas
Encontrarse atrapado entre una maraña de ortigas en cualquier camino o vereda es algo que ha pasado a casi todo el mundo y hemos aprendido de ello. Las ortigas, plantas de una gran belleza cuando están en flor, provocan picaduras de tal calibre que pueden llevar a una persona estar convaleciente durante semanas, e incluso provocar daños graves en personas alérgicas o especialmente sensibles. La gran mayoría de las especies vegetales poseen propiedades que, mal utilizadas, pueden ser tóxicas para el hombre e incluso mortales. Desde la clásica emborrachacabras, que provoca mareos y alucinaciones en el ganado, a las amapolas con sustancias opiáceas, como las Papaver somniferum. Pero entre las que podemos ver en lugares típicos de excursiones y paseos, hay que tener cuidado con la dedalera, la Digitalis purpurea (habitual entre los roquedos y veredas de Sierra Nevada), que llama la atención por sus campanitas rojas de gran belleza. Se usa como tónico cardiovascular, pero el polvo de digitalia puede ser mortal si se usa mal.
También son tóxicas plantas tan habituales como las adelfas que hay en todos los jardines. Comer sus hojas puede producir problemas de estómago, e incluso paro cardíaco. No se debe dejar que los niños pequeños se acerquen y toquen las hojas y flores. Algo similar ocurre con otra planta muy común, la hiedra. Un simple contacto con la piel puede provoca dermatitis, con enrojecimiento e incluso pequeñas ampollas. Las bayas no deben ingerirse nunca ya que provocan diarreas, vómitos y náuseas.
Otras especies de gran belleza esconden trampas peligrosas. Es el caso de la pequeña Ononis spinosa, llamada peine de asno, tiene una afilada aguja detrás de sus preciosas florecillas, y las rosas silvestres, que junto a sus flores presentan mil y una espinas curvas que se enganchan y no se sueltan. Los frutos rojos de los tejos, cultivados en jardines, generan unas toxinas que pueden provocar convulsiones.
Como ocurre con la fauna, para el mundo de la flora lo mejor es no tocar ni alternar nada que no conozcamos. Las plantas, como cualquier ser vivo, también se defienden.
No hay comentarios:
Publicar un comentario