"Se llama mutilación genital femenina a cualquier intervención que conlleve una ablación total o parcial de los órganos genitales externos de la mujer o su alteración por motivos culturales u otras razones sin fines terapéuticos".
Se calcula que la mutilación genital femenina afecta a entre 100 y 140 millones de mujeres en el mundo. Cada año, unos dos millones de niñas son mutiladas, 6.000 por día. La mayoría de los casos se practican en la infancia, en algún momento entre la lactancia y los 15 años.
Esto significa que, cada minuto, cerca de cinco personas del sexo femenino (bebés, niñas, adolescentes, jóvenes, mujeres) sufren una mutilación de sus genitales externos. En ocasiones, se extirpa el clítoris pero, en otras, es el clítoris, los labios menores y los mayores. Después son cosidas dejando solo un pequeño orificio. Lo necesario para que puedan orinar, menstruar y para que su marido pueda mantener relaciones sexuales cuando se casen.
A veces, tienen "suerte" y la intervención es practicada por profesionales sanitarios con anestesia y en condiciones asépticas. Las más, no es esto lo que ocurre. En todo caso, siempre se trata de una violación del derecho de las mujeres a la vida y a la seguridad de su persona así como al de no ser sometidas a torturas o a tratos crueles, inhumanos o degradantes.
La Organización mundial de la salud aborda la mutilación genital femenina desde la perspectiva del derecho que las mujeres y las niñas a disfrutar del más alto grado posible de salud y establece que "La mutilación genital femenina es un problema de Salud Pública, todas las mujeres y las niñas tienen derecho a disfrutar del más alto grado posible de salud".
La mutilación, se haga como se haga y la practiquen escisadora/es locales o personal sanitario, puede causar la muerte o dar lugar a graves complicaciones. Entre las consecuencias inmediatas se encuentran las hemorragias, el dolor intenso, infecciones locales, septicemia, tétanos, infección con los virus de la hepatitis y/o del SIDA y lesiones de órganos vecinos. Muchas niñas quedan dañadas para siempre física, psicológicamente o de ambas formas. A largo plazo, la mutilación genital es causa de infertilidad, infecciones crónicas, relaciones sexuales dolorosas así como de la aparición de complicaciones durante los embarazos y los partos, tanto para ellas como para los recién nacidos, algunas de ellas mortales para ambos.
Cada vez más países legislan en su contra. Pero en muchos casos, esta legislación es papel mojado. La incapacidad de los gobiernos para controlar la práctica, la facilidad para esconderla cuando se realiza a bebés de pocos meses, favorecido por la aquiescencia de muchas comunidades que la consideran una tradición de sus ancestros que debe ser mantenida, complica su erradicación. Sin embargo, también aumentan los grupos de presión contra la mutilación genital femenina y las personas jóvenes de las sociedades donde se realiza están menos dispuestas a practicársela a sus hijas.
Para lograr su erradicación es preciso intensificar los esfuerzos y apoyar todas aquellas intervenciones y políticas que en cada país y/o etnia se hayan demostrado útiles para lograrlo.
Podemos pensar que este problema no nos afecta directamente por su lejanía pero, debido a la inmigración procedente de los países en que se practica -fundamentalmente africanos- muchos profesionales sanitarios de nuestro entorno se encuentran, cada vez con mayor frecuencia, con mujeres que han sufrido una mutilación genital y, lo más importante, cuyas hijas se encuentran en riesgo de padecerla.
Aunque en España la mutilación genital femenina está tipificada como delito en el código penal desde 1995 y, desde 2005, la jurisdicción española es competente para su persecución extraterritorial, son muchos los profesionales (fundamentalmente sanitarios, educadores, trabajadores sociales, fiscales, etc.) que, aunque deberían implicarse en su prevención ante casos en posible riesgo, no lo hacen por desconocimiento del tema que, a pesar de su entidad e importancia para las mujeres afectadas, permanece aún invisible en muchos lugares, especialmente entre nosotros.
Como seres humanos no podemos mantenernos al margen de este inmenso genocidio que, además, tiene la particularidad de afectar a las mujeres por el simple hecho de haber nacido mujeres. Aunque su erradicación depende en buena medida de la implicación de las mujeres de las sociedades donde se realiza, no es menos cierto que, a su vez, precisan de mucha colaboración en su lucha. Lograr la erradicación de la mutilación genital femenina es, por lo tanto, también responsabilidad nuestra.
Desde medicusmundi Andalucía queremos hacer una llamada de atención para que profesionales, y público en general, se sensibilicen e informen lo más posible sobre esta práctica que lesiona gravemente la salud y los derechos de las mujeres y, de esta forma, contribuir desde aquí a su erradicación.
Escrito por Medicusmundi
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