EDUARDO TÉBAR Cómo canta el ex ministro!", exclamaba alguien anoche desde la butaca en el Centro Cultural Medina Elvira de Atarfe. Gilberto Gil está hecho un chaval. O un ´menino´, como dicen en su tierra. Envidiable estado de forma para 67 años intensamente vividos. El padre del Tropicalismo festejó medio siglo de ´bossa´ –ya no tan ´nova´– ante un auditorio enjuto. El cambio a última hora del escenario –en principio, la actuación iba a realizarse en el Palacio de Congresos de Granada– favoreció la intimidad y la cercanía. Cálida proximidad con el maestro de la música popular de Brasil. Sin duda, un lujo para el reducido público que no faltó a la cita. A pesar de que la medida no le hizo ni pizca de gracia a más de uno.
El responsable más longevo de la cultura carioca en el gobierno de Lula no ha perdido fuelle en vivo. Lejos quedan los despachos, el traje y la corbata. Gil ya ha anunciado que no contempla el regreso a la política en su horizonte. En directo, Gilberto bromea sobre sus guitarras, dilucida sus letras y revela confidencias. Aferrado al aliento de esa voz sedosa y las grietas de canto afroamericano que porta en el código genético. Incluso cuando versiona a Bob Marley, las hormonas de ´No woman no cry´ se convierten al puro soul en ´Nao chore mais´. Aunque el viraje por el centro del continente resulta anecdótico en comparación con las piruetas de su larga discografía.
(la opinion de granada)



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