Siete mil seguidores bailaron en el Coliseo de Atarfe
La actuación de Lenny Kravitz en el Coliseo de Atarfe ha sido el primer concierto internacional que junta a varios miles de personas en este año en el que vender entradas cuesta dios y ayuda, aunque sea a un precio ‘razonable’, porque como el mismo Kravitz dijo en una ocasión su objetivo es “pasarlo bien, cubrir costes y seguir adelante».
Unas 7.000 personas se supone que ‘agotaron el papel’ (en la oficina virtual de venta, aunque anoche había cemento a la vista en las gradas ) y a media semana sólo quedaban las de reventa, ayer a 75€, con un Pilot de regalo. Lo mismo ha pasado en otros conciertos de la gira española, donde el apuesto neoyorkino ha traducido a euros su popularidad entre el público mayoritario, y de cierta edad por cierto. Este artista goza de semejante presencia entre treintañeros (y anteriores) sobre todo, el público que asistió a su irrupción espectacular en los noventa y que fue también el que en su mayor parte llenó el Coliseo Atarfeño.
Recién cumplidos (ayer) los 48, el neoyorkino lució una estética de hippie de luxe, musculatura ‘ostentorea’, gafas panorámicas modelo Miles Davis y ropa oscura que se fue parcialmente cayendo poco a poco con una imagen pretendidamente sexual y todo el ritmo de la tradición de la música afroamericana, saltando al albero de Atarfe con algo de postal taurina, al trapo, luciendo masa muscular y maneras de estereotipado showman, que no por ya re-vistas pierden efectividad en la ceremonia de los conciertos para masas, al menos desde que su adorado (e imitado) Hendrix lengüeteaba el mástil de la guitarra antes de sacrificarla a la brasa.
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