Rosa López (Granada, 1981) es uno de esos personajes españoles que no necesita presentación porque su voz y su cara, aunque se haya teñido de rubio, forman parte del imaginario popular. Diez años encima de los escenarios, desde que ganara Operación Triunfo, y una carrera forjada a base de aguante la han convertido en una cantante madura, más segura de sí misma, pero que no renuncia a la cercanía en el trato personal.
Después de entonar un tema que sobrecoge a los pocos presentes en el ensayo, dice que ha sonado como «un camionero». Esa auto exigencia y afán de perfección la han traído hasta aquí, al podio de la música nacional. «A paciencia no me gana nadie».
Ella erre que erre. Bromea con que se le va «a pasar el arroz»; se pone seria al hablar de la tensión que acumula en los músculos del cuello y de su inicio en la práctica de deporte; corrige los ceceos que aún se le escapan y habla con una estudiada perfección; pero confiesa que cuando viene a Granada duerme en su casa, «nada de hotel».
A renglón seguido anuncia que, después de haber sido disco de Oro con su último álbum, ‘Propiedad de nadie’ (Universal, Vale Music), ya planea grabar el siguiente, que será el más personal de su carrera. Probablemente, el cedé verá la luz a final de año aunque también tiene la posibilidad de protagonizar un musical.
«Llevo componiendo desde los 12 años. Ya me apetece mostrar y fabricar las canciones como yo las siento y las creo. Quiero presentar una maqueta a la discográfica y ver qué pasa», espeta sin complejos. «Antes, esa idea me parecía una osadía, porque era tan bonito y deslumbrante que todo lo que te daban te parecía bien. Pagué la novatada».
Por el momento, anda enfrascada en una gira de teatros, en formato semi-acústico, que la lleva esta noche al teatro Medina Elvira de Atarfe (21.00 horas, 20 euros), con casi todas las entradas, unas 700, vendidas.
–¿Cómo será el ‘show’?
–Pues canciones mías que nos llevan al recuerdo, como ‘Caradura’, ‘A solas con mi corazón’, de aquel primer disco ‘Rosa’ (2002), en el que por primera vez viajé a Nueva York y canté con un coro gospel. Va a ser muy bonito y esperamos lograr abrazaros el alma. Me está gustando recuperar sensaciones, aunque algunas conllevan aquellos tremendos nervios que pasaba, como la canción ‘Ausencia’, que me he atrevido a versionar con mis cinco músicos como yo la entiendo ahora. Puedo relajarme, disfrutar de la gente y de la música... si me paro no pasa nada, mis músicos pararían conmigo.
–¿Ya no tiene esa sensación de trabajar a presión?
–¡Ostras! Es que antes yo no pasaba en años por mi casa y la opinión de cualquiera me bastaba. Nadie me había enseñado a afrontar una entrevista o a posar delante de una cámara o, yo que sé, a comer con unas personas que eran gente importantísima en mi trabajo.
«Tengo más fuerza»
–¿Y ahora?
–Empiezo a entender lo que me rodea y me he acostumbrado a que esto sea lo cotidiano. Tengo más fuerza.
–¿Pero ha perdido los nervios antes de subir a cantar?
–¡No! Aunque yo quiera relajarme, un poquito antes de subir al escenario ya me entra el ataque y la descomposición. Si no hay nada de nervios, ya no tienes respeto por lo que hay delante de ti, el público.
–Hoy es su cumpleaños... Capricornio ¿no?
–Vaya cabezonas que somos. Sin hacer daño a nadie y con paciencia, consigo lo que quiero, aunque pasen diez años. Mientras conserve esta ilusión por descubrir y aprender todo irá bien.
–Un aprendizaje en este tiempo.
–Quien hoy hable de estilos musicales está perdido, porque hoy está todo mezclado y fusionado. Una misma canción para uno puede ser pop y para otro rock o jazz o funky. Ya se convierte la cuestión en maneras de elegir los arreglos de las canciones. En mi próximo trabajo me voy a concentrar en qué arreglos quiero, por ejemplo me atraen mucho los sonidos árabes. Me gusta que las canciones tengan peso y sean grandotas y gordas, a ver cómo le explicas eso a un productor.
–¿Cómo ves a otros compañeros de tus inicios, como Bisbal, Bustamante o Chenoa?
–Mira, todos empezamos, pero David no tiene lo que tiene por casualidad, se lo ha currado a fondo, totalmente, es un tío muy grande. Nada le ha caído de arriba. Cada uno lleva su compás y va en busca de lo que quiere. David va rápido y con calidad.
–¿Se ve jubilándose en los escenarios como Miguel Ríos?
– Sí. Mi deseo es dedicar toda mi vida a esto y descubrir muchos otros campos. La vida no la podemos controlar, si hoy canto y mañana vendo ‘papas’, pues vendo ‘papas’. Mi padre decía: ‘Aunque uno esté en la esquina pidiendo, que sea con alegría e ilusión’. Si no tienes ganas, échalas, que verás cómo salen. La vida es como uno la quiera ver.
–¿Cantar en Granada es algo especial para usted?
–Claro es lo más tranquilo. Veo a mis amigos, a mis hermanos y a mis sobrinos, por supuesto. Y como comiditas de mi madre. Es un lujo.
ideal granada
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