El número que ha cerrado el Festival de Jazz Tardor de este año ha sido una más que reseñable formación de Atarfe, ciudad situada en el norte de la vega granadina a escasos diez kilómetros de la capital.
Pese a su tamaño, Atarfe es una localidad muy activa en la cuestión cultural y donde destacan diversas iniciativas musicales, alguna de las cuales como la que nos ocupa ha logrado suscitar un gran interés entre los aficionados locales y regionales del jazz, amén de una proyección artística lo suficientemente notable como para ser demandada desde mayor lejanía.
Pese a su tamaño, Atarfe es una localidad muy activa en la cuestión cultural y donde destacan diversas iniciativas musicales, alguna de las cuales como la que nos ocupa ha logrado suscitar un gran interés entre los aficionados locales y regionales del jazz, amén de una proyección artística lo suficientemente notable como para ser demandada desde mayor lejanía.
Hablando por supuesto de la joven pero ya popular Big Band de la localidad, un proyecto surgido gracias al entusiasmo de unos cuantos músicos amateurs formados en la Escuela de Música junto a personal de la Banda Municipal y dirigidos por el saxofonista Roberto Nieto, han empezado a destacar gracias a una argumentación estilística en la conviven sin problemas aparentes jazz, rock, blues, funk y como pudimos comprobar y disfrutar, fuertes y sugerentes dosis de soul. Como por arte de magia, los veintitrés miembros de la formación sureña lograron acomodarse en el más que nunca escueto espacio escénico del Cafè y obsequiar a la numerosa parroquia que acudió a su encuentro más que agradable y divertido show musical.
Y es que los noventa minutos largos que duró el concierto pusieron de manifiesto no sólo el buen nivel técnico e interpretativo de todos los chicos y chicas de esta orquesta sino, sobre todo, el gran margen de mejora que tienen dada la insultante juventud de la mayoría. A destacar, por su papel singular, a la aguerrida cantante Sandra Morales, cuya voz y presencia aportaron valor añadido al conjunto en perfectas recreaciones de la gran Aretha Franklin.
Y es que los noventa minutos largos que duró el concierto pusieron de manifiesto no sólo el buen nivel técnico e interpretativo de todos los chicos y chicas de esta orquesta sino, sobre todo, el gran margen de mejora que tienen dada la insultante juventud de la mayoría. A destacar, por su papel singular, a la aguerrida cantante Sandra Morales, cuya voz y presencia aportaron valor añadido al conjunto en perfectas recreaciones de la gran Aretha Franklin.
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