lunes, 31 de mayo de 2010

Granadinos por el mundo: Un malafollá en la Quinta Avenida





Un atarfeño que lleva 50 años fuera necesita todos los días oír el 'granaíno'
granadino que nos visita esta semana se llama Álvaro Torres y nació en Atarfe hace ahora setenta y tantos años. Lleva en su curriculum, además de haber sido jefe de comedor en un conocido club de Nueva York durante 35 años, el honor de ser, junto con Antonio Moreno y Daniel Torres, uno de los fundadores de la Peña Granadina de Emigrantes Malafoyás (lo escriben con 'y', que es para resaltar aún más el carácter granadino). Su biblia es el tratado de la malafollá que escribiera en su día Pepe Ladrón de Guevara.
A Álvaro lo llevó a Nueva York el amor. La familia de su novia, también atarfeña, emigró a la citada localidad norteamericana y él se fue con ella porque consideró que ya estaba bien de dar patadas al aire y casarse con la mujer tan añorada en su ausencia. Lo de dar patadas al aire es porque Álvaro fue futbolista del Vandalia Club de Fútbol de Peligros. Después perteneció al Alhambra y el Recreativo de Granada, en los que, según su memoria, conoció a Rafa, Guerrero, Lopera, Olalla, Toto y Vicente. Una lesión de menisco lo retiró de los campos de fútbol. Trabajando como contable en el Ayuntamiento, fue cuando conoció a María, con la que se casó y se estableció en Nueva York. «En la primera semana de diciembre de 1961 embarcamos en el Puerto de Algeciras rumbo a la ciudad de los rascacielos. Al día siguiente de nuestra llegada estaba ya trabajando de camarero en el bar en el que he estado 35 años. Se llama el University Club y está situado en la calle 54 y la Quinta Avenida, o sea, en el mismo centro de la ciudad».
Homenaje en Atarfe
Álvaro no sabía ni papa frita de inglés, pero a los seis meses ya lo chapurreaba y al año o así, se defendía bastante bien. Álvaro comenta que esa etapa fue muy fructífera en su vida ya que ascendió profesionalmente y pudo seguir jugado al fútbol con el State Breton. «Fuimos dos años campeones de nuestro grupo y como casi todos los jugadores procedían de Francia, venían equipos de primera a jugar con nosotros». Álvaro y María visitaban cada dos o tres años su ciudad natal. En uno de esos viajes incluso Álvaro jugó un partido con las viejas glorias de su pueblo en un homenaje que le hicieron.

Al matrimonio atarfeño le hubiera gustado venir más a España, pero estuvieron 14 años sin querer subir a un avión debido a un susto tremendo que se llevaron en uno de los viajes. «Atravesamos una tormenta eléctrica. El avión descendió tanto y tan bruscamente, que mi mujer dijo que no se subía a ninguno más», dice Álvaro.

En el Club Universitario Álvaro conoció a gente muy importante a los que preparaba los banquetes. Desde los ex presidentes Richard Nixon y Gerald Ford a artistas de cine como James Stuart o Charlton Heston. De aquella etapa recuerda que uno día oyó en una de las habitaciones del club a varias personas hablar de la invasión de Cuba y de temas relacionados con la guerra fría con Rusia. Estaban en la sobremesa. Una de aquellas personas era Henry Kissinger.
Ventanas sin rejas
Ahora Álvaro y María, que acaban de celebrar sus bodas de oro, viven en Carolina del Norte. Han pasado 45 años en la ciudad de los rascacielos por excelencia. Tiene dos hijos, Álvaro Junior y John. El primero es arquitecto y da clases de pintura en la Universidad. John le ha dado al matrimonio atarfeño nueve nietos y es asesor de inversiones. Se declara una familia muy católica y unida. Álvaro y María tienen ya bisnietos.
Nos cuenta Álvaro que Carolina del Norte es de los estados más grandes de Norteamérica y que ellos viven en la localidad de Charlotte, que tiene 600.000 habitantes y es muy turística, con montañas y ríos de agua limpia y transparente con truchas para pescar. «Aquí vivimos muy bien, tranquilos sobre todo. Por decir una característica, aquí las ventanas de las casas no tienen rejas y las puertas no es ninguna de esas de seguridad como las que se ponen en España. A pesar de eso, echamos mucho de menos Granada y Atarfe. Muchas de nuestras conversaciones van encaminadas a contar los días que nos faltan para volver a Granada y Atarfe».
Gracias a Intenet, Álvaro casi todos los días habla por ordenador, a través de un programa informático, con su amigo granadino Rafael Barranco. «Lo llamo casi todos los días porque necesito oír hablar el granaíno. Hablamos de todo, hasta de cómo se preparan las lentejas», dice Álvaro con esa nostalgia que da la distancia.
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