viernes, 21 de febrero de 2014

La esperanza viste de verde (Granada Hoy)


Miguel López Granada 
 
Una llamada de emergencia alerta de un accidente por alud. Hasta allí se desplaza un equipo de la Guardia Civil con palas, varillas, una camilla y toda la voluntad necesaria para realizar la búsqueda. Toda vez que los efectivos desplazados no son capaces de hallar el cuerpo, un helicóptero de rescate entra en escena. El autogiro emplea entre cinco y diez minutos en la fase de calentamiento de motores. Después sus hélices lo elevan hasta alcanzar la altura necesaria para empezar a surcar el cielo y llegar hasta el lugar de los hechos. Un par de vueltas para inspeccionar el terreno son suficientes antes de posarse sobre la densa capa de nieve. El aparato trae consigo un perro. Lo deja sobre el lugar y vuelve a despegar.

Comienza una fase delicada. Si el animal no es capaz de dar con el herido, las posibilidades de rescate de éste se verán seriamente mermadas. El can corre completamente fuera de sí. Mira a un lado, a otro; no pasa nada. Parece que ha hallado algo, pero termina abandonado esa parcela. Poco a poco se aproxima al lugar exacto del accidente hasta que, de repente, el tiempo se para. Da la impresión de que ha dado con el afectado y empieza a escarbar como si se le fuera la vida en ello. Su adiestrador se percata de que ha encontrado el cuerpo y avisa a sus compañeros para iniciar la labor de paleo. El movimiento de las patas delanteras del perro es muy fuerte y rápido. No cabe duda, lo ha conseguido. En apenas unos minutos el camillero lo habrá atendido y subido a la plataforma que debe devolverlo al helicóptero, que ya se encuentra en camino.

No hay por qué temer, todo ha sido un simulacro. Nada ha sido real. Decenas de esquiadores curiosos detienen sus tablas y observan perplejos la cortina de nieve fina y penetrante levantada por las aspas del aparato. Entre la confusión, muchos se preguntan qué sucede hasta que un par de cámaras de televisión situadas justo enfrente del suceso les hacen percatarse de que se trata de una maniobra preventiva.

La aparente calma que reina en las cumbres de Sierra Nevada, y en sus pistas blancas recién alisadas, sólo se ve alterada por el ruido de un puñado de aficionados al deporte invernal y un hilo musical de fondo en el Chalet Nevasol. Todo está preparado para un día más de nieve. El tiempo acompaña, y el sol brilla más fuerte que nunca. Tanto así, que ni una sola persona de las que llega hasta Pradollano es capaz de desafiar a su retina prescindiendo de las gafas de sol. Se abren los remontes y todo parece estar listo para una jornada lúdica pero agotadora. Nada hace presagiar que, en cualquier momento, un montón de litros de agua solidificada se precipitarán ladera abajo arrastrándolo todo, y a todos.

Pero lo cierto es que así puede suceder. Lejos de lo que muchos piensan, los aludes -también conocidos como avalanchas-, no se producen únicamente en cordilleras lejanas y lugares inhóspito. En las zonas habilitadas para el público en masa la nieve también esconde su lado más oscuro. Las semanas precedentes a la entrada de la primavera son, según los expertos, épocas de mucho peligro, por la falta de estabilización nival. El riesgo también aumenta cuando las cumbres están recién cubiertas. En esta época, esquiar fuera de pista puede ser una práctica peligrosa dado que el manto blanco aún no se ha asentado, y basta que se levante un viento de intensidad moderadamente fuerte, o que haya un pequeño temblor, para que se desencadene la avalancha.

La amenaza es mucho más tangible de lo que parece, por eso la Guardia Civil dispone de una unidad denominada Servicio de Rescate e Intervención en Montaña (Sereim) que se encarga de coordinar habilidades, instrumentos y conocimientos para solventar en el mínimo tiempo posible, y con la máxima efectividad, cualquier contratiempo que pueda producirse.

Ayer, en un día propicio para la práctica de los deportes invernales, con casi 102 kilómetros esquiables en las 116 pistas que la estación de Pradollano tiene actualmente abiertas, 24 agentes del Cuerpo de Montaña efectuaron el ya mencionado simulacro de evacuación. Se trata de una operación preventiva que la Benemérita realiza con frecuencia para evitar posibles percances de mayor calado. Ya en 2012, mientras se llevaba a cabo un ejercicio similar, la Guardia Civil recibió una llamada de alerta. En aquella ocasión fue verdad, y se tuvo que pasar de la ficción a la realidad en apenas unos minutos. Un esquiador había quedado atrapado cerca de los Tajos de la Virgen después de que un alud lo arrastrara junto a sus seis acompañantes, que resultaron ilesos. En aquel momento, el dispositivo ya estaba montado, lo que facilitó la labor de los agentes.

Ayer tocaba volver a la práctica, aunque por fortuna sin tener que aplicarla de inmediato a la realidad. Rubén Santos, teniente del Sereim, fue el encargado de coordinar el simulacro en el que, entre la casi treintena de agentes implicados, unos se dedican al paleo (desenterradores), otros a las varillas -que verifican si lo que el rescatador está tocando es nieve, roca u otro tipo de cuerpo- y, por último, un agente con preparación especial ejerce como camillero: el encargado de transportar al herido desde el lugar donde ha sufrido las lesiones hasta el helicóptero de rescate, cuyos pilotos ponen a prueba todos sus conocimientos y llevan hasta el límite su pericia al frente del aparato.

Todo esfuerzo y maniobra resulta inoperante si no se localiza el cuerpo extraviado. Por ello, algunos esquiadores -sobre todo quienes practican su deporte favorito fuera de pista- llevan consigo una especie de localizador que, continuamente, emite una señal imperceptible para el oído humano pero sí para un receptor de la Guardia Civil. Dado que, en pocas ocasiones esto sucede, siempre hay que tener un plan B. Quizás sea contradictorio, pero en una labor de organización simultánea humana, el que termina siendo la parte fundamental e imprescindible de todo el trabajo es el perro, un pastor belga con casi un lustro de edad que, a partir de su primer año de vida, comienza a ser preparado para afrontar situaciones límite. Para él todo forma parte de un juego en el que el premio es un simple palitroque. Para el afectado, la perspicacia del can para encontrar su 'juguetito' resulta determinante.

Según fuentes del Sereim en Andalucía Oriental, 120 personas fueron atendidas por accidente el año pasado en esa demarcación. En diez de esas intervenciones nada se pudo hacer, falleciendo los afectados. En cuarenta los implicados salieron ilesos.

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