Carmat, la empresa del cirgujano francés Alain Carpentier,
creador de las válvulas cardíacas artificiales Carpentier-Edwards,
consiguió desarrollar su primer corazón completamente artificial a
principios de 2013, gracias a la combinación de sus conocimientos con la
experiencia en la construcción de satélites de la empresa Astrium.
En el desarrollo de este dispositivo, los ingenieros
espaciales tuvieron la responsabilidad de garantizar los niveles de
precisión y durabilidad que requiere el considerado ‘motor de la vida’.
Este corazón capaz de bombear 35 millones de veces al año durante un
mínimo de cinco años sin interrupciones, está compuesto en parte de
tejidos biológicos y en parte de componentes espaciales miniaturizados,
combina los últimos avances en medicina, biología, electrónica y ciencia
de los materiales para imitar a un corazón real.
Lo último en tecnología
Tal y como explican en un comunicado de la Agencia Espacial
Europea (ESA) “el corazón utiliza una serie de sensores de última
tecnología que detectan el nivel de esfuerzo del paciente y envían la
información a un ordenador en miniatura, que genera comandos para que
los motores, del tamaño de un dado, bombeen más rápido o más lento,
permitiéndole aportar más o menos oxígeno a los tejidos y controlar la
presión arterial en función del nivel de actividad de la persona”.
Es su diseño y creación se han cuidado todo los destalles
para que cada uno de sus 900 minúsculos componentes funcionen a la
perfección. Al igual que con los satélites, el equipo desarrollador
utilizó “sofisticadas técnicas de modelado y de simulación digital y
preparó bancos de pruebas para llevar a cabo rigurosos ensayos y
análisis”. Porque tal y como afirma el ingeniero Dung Vo-Quoc,
responsable del diseño de algunos de los componentes fundamentales del
corazón protésico, “si un satélite deja de funcionar durante el último
penalti de la final del mundial de fútbol, es una gran decepción; pero
si un corazón deja de latir durante cinco segundos, las consecuencias
son funestas”.
Prueba superada
El rechazo del corazón artificial por el organismo fue otro
punto en el que Carmat tuvo que trabajar, ya que “intentos anteriores
habían dado lugar a complicaciones: los materiales sintéticos generaban
coágulos que podían llegar al cerebro y provocar un derrame”. La
solución de Carmat fue utilizar un pericardio animal (la membrana que
rodea al corazón) que tratado químicamente reduce la respuesta inmune
del receptor.
El dispositivo tiene dos cámaras separadas por una
membrana, con el tejido biológico en la cara que está en contacto con la
sangre del paciente, y poliuretano en la cara opuesta. El sistema de
bombeo, compuesto por motores y fluido hidráulico, altera la forma de
esta membrana.
Tras 15 años de trabajo las autoridades sanitarias
francesas han dado el visto bueno al corazón protésico, y han autorizado
los primeros implantes en humanos en tres hospitales de París. “Los
médicos ya han empezado a seleccionar a los cuatro primeros pacientes
que lo podrán probar en sus cuerpos”, según señala el comunicado.